sábado, 24 de junio de 2017

Animal de tres tiempos


Me acomodo en el dócil sofá de la eternidad truncada. Me quedo quieto como un cactus de poca humedad en el desierto. Contemplo el movimiento de las cosas de la sala y no me percato de ningún cambio de lugar, ni siquiera de una pequeña vibración en la superficie de los objetos. Lo único dinámico son mis pensamientos, éstos aún más rápidos que el lento parpadeo con el que lubrico mis ojos. Sólo me muevo al respirar y sólo lo hago cuando mis pulmones se hinchan en la profundidad de un suspiro. Me pongo a pensar en los años que he de vivir, en los días que aún me reserva el destino. ¿Has contado con tus propios dígitos las hojas que todavía le arrancarás al calendario? ¿Has inventariado lo ya vivido, sopesado lo que estás viviendo y deseado lo que ha de venir con la madurez del tiempo? Considero el momento que vivo y me complace lo que hago: pensar en el pasado suponiendo el futuro. El hombre es un animal multitemporal. Vive tres tiempos a la vez y es capaz de sincronizarse en ello con la fineza de un mecanismo cronométrico. 

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