martes, 13 de septiembre de 2016

Tengo precaución de ir a tientas en la noche. Sin luz que guié a mis ojos me dejo conducir por el tacto. Es entonces cuando tocando el aire frente a mí, mis manos se sorprenden al encontrarte.  Primero es tu cintura la que reconozco como señal de que ando por buen camino. Luego son tus brazos, que me han gustado por ser largos, finos y llenos de vida propia para animar esas manos que me tocan. Poco después está la parte geográfica de tus caderas que me enseña que la existencia es un suspiro, el anhelo un horizonte, y la esperanza algo que si llega. También están tus labios de satín tocados por las arenas rudas de mi boca, tus mejillas que se juntan a la áspera lija de mi barba.

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